LITERATURA MODERNA 11 – POESÍA DEL
BARROCO ESPAÑOL – GÓNGORA Y LOPE DE VEGA
– guadahumi3
GONGORA. POEMAS
¡Oh excelso muro, oh torres coronadas De
honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
De arenas nobles, ya que no doradas!
¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas, Que
privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre glorïosa patria mía,
Tanto por plumas cuanto por espadas!
Si entre aquellas rüinas y despojos
Que enriquece Genil y Dauro baña
Tu memoria no fue alimento mío,
Nunca merezcan mis ausentes ojos
Ver tu muro, tus torres y tu río,
Tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!
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Suspiros tristes, lágrimas cansadas,
Que lanza el corazón, los ojos llueven,
Los troncos bañan y las ramas mueven
De estas plantas, a Alcides consagradas;
Mas del viento las fuerzas conjuradas
Los suspiros desatan y remueven,
Y los troncos las lágrimas se beben, Mal
ellos y peor ellas derramadas.
Hasta en mi tierno rostro aquel tributo
Que dan mis ojos, invisible mano
De sombra o de aire me le deja enjuto,
Porque aquel ángel fieramente humano
No crea mi dolor, y así es mi fruto
Llorar sin premio y suspirar en vano.
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Oro no rayó así flamante grana
Como vuestra purpúrea edad ahora
Las dos que admitió estrellas vuestra aurora, Y
soles expondrá vuestra mañana.
Ave (aunque muda yo) émula vana
De la más culta, de la más canora,
En este, en aquel sauce que decora
Verdura sí, bien que verdura cana,
Insinuaré vuestra hermosura: cuanta
Contiene vuestro albor, y dulce espera En
horas no caducas vuestro día.
Responda, pues, mi voz a beldad tanta;
Mas no responderá, aunque Apolo quiera, Que
la beldad es vuestra, la voz mía.
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La dulce boca que a gustar convida
Un humor entre perlas distilado,
Y a no invidiar aquel licor sagrado
Que a Júpiter ministra el garzón de Ida,
Amantes, no toquéis, si queréis vida;
Porque entre un labio y otro colorado Amor
está, de su veneno armado,
Cual entre flor y flor sierpe escondida.
No os engañen las rosas que a la Aurora
Diréis que, aljofaradas y olorosas
Se le cayeron del purpúreo seno;
Manzanas son de Tántalo, y no rosas,
Que pronto huyen del que incitan hora Y
sólo del Amor queda el veneno.
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Caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno,
porque ha caído sobre él!
Cuando el silencio tenía
todas las cosas del suelo,
y coronada del hielo
reinaba la noche fría,
en medio la monarquía
de tiniebla tan crüel,
caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno,
porque ha caído sobre él!
De un solo clavel ceñida
la Virgen, Aurora bella,
al mundo se lo dio, y ella
quedó cual antes florida;
a la púrpura caída
solo fue el heno fïel.
Caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno,
porque ha caído sobre él!
El heno, pues, que fue dino,
a pesar de tantas nieves,
de ver en sus brazos leves
este rosicler divino,
para su lecho fue lino,
oro para su dosel.
Caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno:
¡qué glorioso que está el heno,
LOPE DE VEGA. POEMAS
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
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Es la mujer del hombre lo más bueno,
y locura decir que lo más malo,
su vida suele ser y su regalo,
su muerte suele ser y su veneno.
Cielo a los ojos, cándido y sereno,
que muchas veces al infierno igualo,
por raro al mundo su valor señalo,
por falso al hombre su rigor condeno.
Ella nos da su sangre, ella nos cría,
no ha hecho el cielo cosa más ingrata:
es un ángel, y a veces una arpía.
Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,
y es la mujer al fin como sangría,
que a veces da salud, y a veces mata.
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Las pajas del pesebre,
niño de Belén,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
Lloráis entre las pajas
de frío que tenéis,
hermoso niño mío,
y de calor también.
Dormid, cordero santo,
mi vida, no lloréis,
que si os escucha el lobo,
vendrá por vos, mi bien.
Dormid entre las pajas,
que aunque frías las veis,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
Las que para abrigaros
tan blandas hoy se ven
serán mañana espinas
en corona cruel.
Mas no quiero deciros,
aunque vos lo sabéis,
palabras de pesar
en días de placer.
Que aunque tan grandes deudas
en paja cobréis,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
Dejad el tierno llanto,
divino Emanüel,
que perlas entre pajas
se pierden sin por qué.
No piense vuestra madre
que ya Jerusalén
previene sus dolores,
y llore con Joseph.
Que aunque pajas no sean
corona para Rey,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
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Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,
vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.
Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?
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«—Mira, Zaide, que te digo
que no pases por mi calle,
no hables con mis mujeres,
ni con mis cautivos trates,
no preguntes en qué entiendo
ni quien viene a visitarme,
qué fiestas me dan contento
ni qué colores me aplacen;
basta que son por tu causa
las que en el rostro me salen,
corrida de haber mirado
moro que tan poco sabe.
Confieso que eres valiente,
que hiendes, rajas y partes,
y que has muerto más cristianos
que tienes gotas de sangre;
que eres gallardo ginete,
que danzas, cantas y tañes,
gentilhombre, bien criado
cuanto puede imaginarse;
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Claro cisne del Betis que, sonoro
y grave, ennobleciste el instrumento
más dulce, que ilustró músico acento,
bañando en ámbar puro el arco de oro,
a ti lira, a ti el castalio coro
debe su honor, su fama y su ornamento,
único al siglo y a la envidia exento,
vencida, si no muda, en tu decoro.
Los que por tu defensa escriben sumas,
propias ostentaciones solicitan,
dando a tu inmenso mar viles espumas.
Los ícaros defienda, que te imitan,
que como acercan a tu sol las plumas
de tu divina luz se precipitan.
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Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno escuras?
¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el Ángel me decía:
«Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!