LITERATURA MODERNA 05 –
RENACIMIENTO ESPAÑOL
La prosa en el s-XVI y El Lazarillo - guadahumi3
04 de marzo 2019
INTRODUCCIÓN LA PROSA EN EL S-XVI
Hay una parte dentro de la prosa que son novelas que no han
resistido el paso del tiempo, como lo ha resistido el Lazarillo, pero hay
algunas novelas que aparecen en el s-XVI que proceden de sus raíces en la Edad
Media y en la antigüedad clásica, sobre todo, en cuento a las novelas de
viajes, de aventuras, y Cervantes tomará como referencia muchos de estos
ejemplos narrativos y de hecho el
Quijote se puede observar que es una novela de novelas en la que va argumentando
la vida de Quijote y Sancho, pero en algunas ocasiones, los dos son meros
espectadores de otras historias que van contando otros personajes y dentro de
la novela Cervantes va recoger muchos de los prototipos de novelas, que en ese
momento estaban ya en auge.
LA PROSA EN EL S-XVI
Sobre todo la novela, hay una prosa de carácter didáctico,
y una de carácter mucho más ensayística, y los prototipos de novelas que se
desarrollan en este siglo son:
novela picaresca
novela de caballerías
novela pastoril
novela morisca
novela bizantina
La novela picaresca es la más representativa, después la de
caballerías, novela pastoril, novela morisca, novela bizantina.
Algunos de estos prototipos de novelas irán pasando y
desarrollaran en otros momentos, pero
otros subgéneros serán prototipos de esa época con el gusto de lo caballeresco,
bucólico, pastoril, y al final la lealtad.
En realidad en la novela de caballerías, los personajes de
las historias son muy fantásticos y en ocasiones se desarrollan en lugares
irreales, por eso se habla del idealismo de las novelas de caballerías, y sobre
todos los héroes y los protagonistas destacan por su valentía y que son capaces
de vencer en innumerables pruebas.
Como prototipo de novela totalmente opuesta a la de
caballería, va a surgir otro tipo de novela picaresca que es el Lazarillo de
Tormes, que choca con el realismo frente a los elementos fantásticos de la
novela de caballería.
En el caso del Lazarillo que es otro de los libros que
aparece y es extraño que un libro tan maravilloso sea anónimo y se le atribuye
a varios escritores entre ellos a un fraile Juan de Orozco.
El Lazarillo está lleno de pensamiento poco purista y en un
momento en el que en el s-XVI los teólogos españoles se erigen en la defensa de
los postulados de Trento pues nadie quería arriesgarse a ser tildado y
denunciado a la inquisición.
En las novelas de caballerías, los personajes casi siempre
son hijos de reyes o de nobles
importantes, y el autor del Lazarillo, dice que si Amadís de Gaúla es capaz de
salir airoso de todas, esas aventuras en las que toma parte, y que el Lazarillo
también podrá hacer, puesto que si el origen es similar y el origen de
Amadís es que nace en el rio Gaúla y
cuando el Lazarillo nace lo hace cerca del río
Tormes, porque su padre era molinero.
Sí el lugar donde se nace es importante, no es menos
importante la clase social a la que se pertenece, y otra serie de
circunstancias que hacen que la novela del Lazarillo aunque nazca en el río
Tormes, sin embargo, su vida será de desdichas.
Sin embargo, Amadís va a ser una vida llena de triunfos,
pero en un momento en el que Amadís tiene que hacer una batalla el Mago Merlín
y la Maga Morgana hacen que se levante una niebla impresionante y el ejército
contrario en lugar de pelar contra Amadís se pelean entre ellos porque la
niebla impiden que se vean, y las fuerzas de la naturaleza colaboran para que
Amadís salga victorioso.
Se idealiza constantemente casi todos los acontecimientos y
sobre todo a la mujer amada, siguiendo un poco el amor cortés, de ahí que cuando
don Quijote tome también, esa vida caballeresca, necesita una dama, tener una
amada a quien dedique sus victorias, y esta amada no será otra que Dulcinea del
Toboso, que realmente no es una princesa de la Mancha, sino que el prototipo y
referente más cercano de Dulcinea del Toboso, es una mujer rústica llamada Aldonza
Lorenzo, y Cervantes, que es un pozo de ciencia por todas partes, usa Dulcinea
del Toboso porque es un nombre muy eufemístico, y sugiere esa dulzura del
personaje y Aldonza Lorenzo, tiene también un elemento cacofónico, como
contrapunto, Dulcinea sin par, princesa de la Mancha, totalmente idealizada y
Aldonza una rústica aldeana con esa acumulación de “L” y “Z” que provoca algo
de dificultad y un cierto cacofonísmo a la hora de pronunciar.
La novela de caballerías se caracteriza por ese idealismo y
la obra más importante es Amadís de Gaúla, siendo la más representativa de
todas, la primera edición se fue la de Zaragoza de 1508 pro Garci Rodríguez de
Montalvo, aunque la obra circulaba en copias no editadas en el siglo anterior,
s-XV.
Lo que plantea la novela de caballerías, es primero el
nacimiento del héroe, su educación, abandono, y que es un personaje de
condición ilustre, y en la historia de la humanidad hay muchos personajes que
son abandonados o dejados en cualquier parte, como la historia de Moisés dejado
en el Nilo, etc. esas características marcan el futuro y a final se casará con
Oriana que también de origen noble.
La fama de Amadís de Gaúla, pasó rápidamente todas las
fronteras y además tiene una fuerza e influye en la primera mitad del s-XVI y
el propio emperador que según decían era gran lector de novelas de caballerías,
Santa Teresa también dicen que era una gran lectora de novelas de caballerías,
y como Amadís se marchaba a llevar una
serie de gestas, pues ella le imitaba haciendo varias misiones, como gestas.
La fama fue tal, que continuaron las ediciones de novelas
de caballerías como Palmerín de Olivaen 1511, Palmerín de Inglaterra en 1567,
Pri-Maleón, Orlando Furioso de Ludovico Ariosto, todas novelas totalmente
de caballerías, o la Jerusalén liberada de Torcuato Tarso.
Su fama y su influencia fue extraordinaria durante todo el
s-XVI e incluso hay documentación de que el propio Carlos V, era fiel seguidor del as novelas de
caballerías.
En la segunda mitad del s-XVI y primeros del s-XVII florece
otro modelo narrativo con el nombre de novela pastoril o libros de pastores. La
novela de caballerías, se desarrolla a finales de la Edad Media y tiene su auge
sobre todo el s-XVI y en la segunda mitad del s-XVI como consecuencia del
bucolismo y de la influencia de la literatura latina de Virgilio, de Horacio y
toda esa influencia de las églogas y de los pastores, y el bucolismo de esos
clásicos, se desarrolla un tipo de novela que se conoce con el nombre de novela
pastoril.
NOVELA PASTORIL
Son obras muy lentas, con muchas descripciones, en donde
como por ejemplo los poemas de Garcilaso, pero eso pasado a un texto narrativo,
donde describe los escenarios, convirtiéndose en una prosa muy lenta y monótona
y ha sido uno delos ejemplos que mejor ha aguantado el paso del tiempo. La
novela pastoril es hoy una novela para especialistas en literatura, pero no
interesa tanto.
Por otro lado, personajes que participan en esta novela
pastoril, no son pastores reales, son cortesanos disfrazados, en ambiente
bucólico, en la Arcadia o el Paraíso, paisajes paradisiacos, cuentan sus cuitas
amorosas, por lo general sus penas, desdichas, es un ritmo muy lento, se da
importancia al paisaje, está muy presente el neo platonismo, el afán de belleza
y perfección y la influencia de los diálogos del amor León Hebreo, pero no hay apenas acción.
El tema de la novela pastoril, es narrar los amores y los
desamores de los pastores, pero de ritmo muy lento, usando un eufemismo para
que se no ser tan pesado.
OBRAS IMPORTANTES
Los siente libros de Diana de Jorge de Montemayor que aparece en la segunda mitad del s-XVI en
1559, la Diana enamorada, los nombres de todas esas pastoras provienen del
mundo clásico, Diana, etc. la Galatea de Cervantes que es otro de los grandes
dramaturgos de nuestro siglo de Oro, en el s-XVI en 1585.
NOVELA MORISCA
Como la Reconquista prácticamente acababa de terminar, y el
último Gran Reino de Granada se conquistó a finales del s-XV en 1492, pues aparecen
historias, en donde se mezclan amores entre árabes y cristianos.
En las novelas moriscas, siempre los cristianos desde el
punto de vista del narrador y si son más o menos objetivas, en las novelas moriscas siempre son los
cristianos son los buenos, los caballeros, los militares, los guerreros, y los
jóvenes que se enamoran de una árabe se siente enamorada de ese joven
cristiano, y al final, en ese momento como el rey Carlos V es el evaluarte
supremo de la cristiandad, las jóvenes árabes, dejan su religión y abrazan la
cristiana.
La Gran Sultana es una obra de teatro de Cervantes, donde
se plantea el problema entre árabes y cristianos, pero siempre a favor de los
cristianos.
En la novela morisca más importantes, es sin duda La
Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa, están ambientada en plena
reconquista, y lo que hace la novela
morisca es retrotraerse a otra época anterior, porque en el s-XVI, ya no hay
ese enfrentamiento entre árabes y cristianos, y el joven Abencerraje, se ha
había hecho ilusiones, pero cuando iba a casarse con la bella Jarifa, Rodrigo
de Narváez que es el alcalde, cuando le
dicen que se iba a casar, ya había sido condenado y tenía que ingresar en
prisión, y le pide que le deje casarse y el alcalde le pone la condición de que
vuelva a la cárcel, el joven Abencerraje cumple su palabra de cristiano, que
engloba los valores de lealtad, fidelidad, heroísmo, gratitud, etc. y cuando ya
con el permiso se casa y regresa a la cárcel y don Rodrigo Narváez, admirado
del comportamiento del joven, que pudiendo haber huido volvió a prisión,
entonces le concede la libertad para que viva feliz su matrimonio.
Los autores ponen personajes con unos valores muy nobles y
poco realistas.
NOVELA BIZANTINA
Sus raíces proceden de la antigüedad clásica, es un
peregrinaje constante lleno de viajes y aventuras y el tema más inmediato
sería, los Viajes de Ulises basado en la Iliada y la Odisea, Eneas basado en la
Eneida de Virgilio, etc., con muchas aventuras e insólitos escenarios.
Algunas de estas obras Etiópicas o Teágenes y Claridea de
Cervantes, El Peregrino en su patria de Lope de Vega, y la más representativa;
Los trabajos de Persiles y Segismunda de Cervantes.
Los trabajos de Persiles y Sigismunda, en esa obra los
protagonistas van a llevar a cabo una serie de peripecias, viajes y aventuras y
finalmente conseguirán su objetivo.
NOVELA PICARESCA
Este tipo de novela es la más representativa de esta época,
apareciendo en pleno auge y hegemonía del Imperio Español en la primera mitad
del s-XVI que corresponde al reinado de Carlos V, que es un momento de
esplendor, de dominio y de poderío, prolongándose hasta la segunda mitad del
mandato de Felipe II, sin embargo supone un contraste importante porque frente
a ese esplendor, económico, político, militar y cultural en todas las facetas,
irrumpe una novela que es justo el contrapunto a tanto esplendor y a tanta
riqueza.
La novela picaresca se basa en un desheredado de la fortuna
como el caso de Lázaro de Tormes.
En 1554, en plena hegemonía política y militar del imperio
español, y en tres ciudades diferentes, Burgos, Alcalá y Amberes, aparece la
primera edición del Lazarillo de Tormes, aunque se cree que existió una
anterior en el año 1553. Esta obra tiene el título de Vida del Lazarillo de
Tormes y de sus fortunas y adversidades.
Durante la primera mitad del s-XVI la influencia de Erasmo, del Renacimiento y la cultura
italiana fue constante, en la cultura española del s-XVI, y buena parte de ese
erasmismo que está presente en la cultura del s-XVI, va a estar presente en el
Lazarillo de Tormes, habiendo un aspecto de la obra que está influenciada por
Erasmo, y una religiosidad más sincera, con una moral modificada, mucho más
limpia y menos acomodada. Todo ese
pensamiento de Erasmo en algunos de los tratados del Lazarillo están presentes.
CARACTERÍSTICAS DE LA NOVELA PICARESCA
Estas características se inician con el Lazarillo de
Tormes, pero en el s-XVII habrá continuadores de la novela picaresca, como una
obra muy importante que es El Buscón de Quevedo, pero esa obra aparece en un
momento con mucha violencia política y económica, y ese desengaño social, del
s-XVI estará presente también en esa crítica mucho más amarga, desencantada
como se aprecia en el Buscón y que en el Lazarillo no existe por haber ese
desencanto.
En el Lazarillo hay pequeñas pillerías, es un ladronzuelo,
pero aún ni había un perfil del pícaro calculador, y desencantado como puede
aparecer en el Buscón de Quevedo.
Entre las características principales de todas las novelas
picarescas, y en todas las obras picaresca hacen un guiño al Lazarillo de
Tormes, y el protagonista siempre es un joven de condición humilde, procede de
los bajos fondos y es un antihéroe, la antítesis de las novelas de caballería
en el Amadís de Gaula, y como es de una condición tan humilde tiene que
mendigar incluso para sobrevivir, y
cuando se habla de que procede de los bajos fondos, es que cuando el hablan de
cómo son.
El Lazarillo dice que su padre fue condenado por ciertas
sangrías que hacía en los clientes que iban a moler, de modo que los padres del
pícaro, también eran pícaros, y se suele decir de ellos que era de padre sin
honra. El padre condenado por las gestas
que realiza, y la madre se ganaba la vida como podía no llevando una vida
demasiado honrosa, pero todavía no será
tan amarga y severa la critica
que hace el autor del Lazarillo como la crítica que hará Quevedo en el Buscón,
porque en esa obra, cuando habla de la madre, dice que madre daba la paz todas
las noches y besaba los ojos, pero ojos que no tienen niña, indicando que no
eran buenos, o dice, se arrimaba a los buenos para ver si alguno de ellos la
aceptaba, pero los buenos no eran los mas honrados.
Estas novelas tienen un carácter autobiográfico, y el
protagonista narra su vida, y eso no quiere decir que el autor del Lazarillo
viviera esas aventuras que vivía Lázaro de Tormes, es solo una técnica
narrativa, como otras muchas de carácter autobiográfico.
El Lazarillo narra sus propias peripecias empezando por sus
padres, por lo que resulta un personajes muy antagónico, al caballero de las
novelas de caballería que generalmente procedía de origen noble o incuso nacido
de reyes.
ESTRUCTURA
La estructura de las novelas de picaresca es muy abierta,
porque las aventuras en relación a los amos que pueden servir son multitud, y
unas aventuras que podrían seguir narrando aventuras, parecidas o diferentes.
La novela picaresca tiene también arte moralizante,
pretendiendo ser un ejemplo, pero el Lazarillo, a diferencia del Guzmán del
Alfarache de Mateo Alemán, que está lleno de sermones y de enseñanzas
filosóficas y morales, sin embargo en estas otras obras no hay esa influencia
de sermones, ni morales, pero en el Lazarillo sí están presente en toda la obra
el pensamiento de Erasmo y una crítica fuerte a muchas de las estructuras
sociales, pero fundamentalmente a dos: a la Iglesia, por haber varios episodios
que están protagonizados por cleros, el segundo personaje tratado es un
clérigo, y el cuarto personaje también lo es, la Merced que nada más empezar a
servir con él le regala unos zapatos, pero le dice que a los dos días ya se
habían roto, y sobre todo hace una crítica durísima que hace al hidalgo, que es
la clase social arruinada y venida a menos, como en este caso y esa sería la
clase noble del momento.
Estas obras tienen un carácter satírico, y es una obra en
donde, se va a criticar aquellos aspectos sociales de la época que deben
cambiar, según el autor del Lazarillo, y una de las finalidades del libro es el ascenso social del héroe, es
decir, que uno de los propósitos del autor del Lazarillo es presentar a un
desheredado de la fortuna puede llegar a conquistar un final conquistando un
cierto ascenso social, pero al mismo tiempo, que dice que se puede ascender de
clase social, también dice que es a costa de la honra.
El protagonista Lázaro de Tormes empieza siendo un mozo de
ciego, mozo de muchos amos, comienza mendigando, pidiendo, y después conseguirá
conseguir un mínimo cargo en la escala social, de pregonero, que era un
funcionario de rango mínimo, pero ha conseguido entrar dentro de esa escala
social.
Lo que le cuesta a Lázaro entrar en esa escala social, nada
más y nada menos que su honra, porque el
prólogo del Lazarillo que es cuando comienza su andadura comienza diciendo que relate
el caso , y el caso no es otro que ciertas habladurías que circulan por Toledo
donde se dice que el Lazarillo se entiende con la mujer del Arcipreste del San
Salvador, y a esas habladurías el Lazarillo no hace caso, pero después de leer
el libro, sí da pie , para pensar que el cargo de pregonero lo ha conseguido gracias
a la ayuda que ha ejercido el Arcipreste a cambio de que entretenga a su mujer en algún momento.
Hay un ascenso social. Pero lleva implícito la perdida del
honor o la honra.
“Suplico a vuestra M. reciba el pobre servicio de mano de
quien lo hiciera más rico si su poder y deseo se conformaran. Y pues V.M.
escribe se le escriba y relate el caso por muy extenso, parecióme no tomalle
por el medio, sino por el principio, porque se tenga entera noticia de mi
persona, y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco
se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que,
siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto.”
Otro rasgo es mozo de muchos amos, de los que iba pasando.
Las obras más representativas, dentro de la picaresca está
el Guzman de Alfarache, con el que se cierra le siglo, en el año 1599 de Mateo
Alemán. Esta obra dada en la época en que aparece y por todo el influjo de la
contrarreforma, los sermones y el carácter moral es muy importante, siendo una
de esas obras, que es más para especialistas que para un lector común.
La picara Justina de López de Úbeda del año 1605, que tiene como novedad que la
protagonista no es un hombre, sino una mujer. La vida de Marcos de Obregón de
Vicente Espinel en el s-XVII, y otra obra importantísima el Buscón de Quevedo en
el año 1626. El Estebanillo González (nombre del autor) a mitad del s-XVII.
Otra obra titulada la Hija de la Celestina del s-XVII y el s-XVIII aparece
Marcos de Obregón que recoge también el aspecto picaresco, pero sin la frescura
que tiene la primera obra que es el Lazarillo de Tormes.
VIDA DEL LAZARILLO DE TORMES
Libro publicado en el año 1554
Otra edición de la misma fecha, la obra circuló continuamente
que estaba incluida en el Índice, pero aún, así era una obra que se prodigó y
prohibida y todo se leyó.
Estas son ediciones más modernizadas, en una de ellas la
portada es una pintura de Goya.
En esta portada aparece la escena con el ciego.
EL LAZARILLO DE TORMES
Es una obra anónima, posiblemente porque el autor, sabiendo
toda la carga erasmista que tenía la obra, y sobre todo el ataque que hay a
muchos sectores del clero y al hidalgo que representa a la nobleza, prefirió no
disfrutar del reconocimiento de ser el autor de una obra importante, pero al
mismo tiempo no tener que penar las condenas que le podían llegar por converso,
erasmista, etc.
Los cuatro escritores más representativos y aceptables a los que se les atribuye la obra, aunque hay
muchas más, pero entre todas esas atribuciones podría estar el auténtico escritor del Lazarillo, los
nombres que se bajaran son: el Diplomático Diego Hurtado de Mendoza, un
escritor toledano Sebastián de Orozco, un fraile jerónimo Fray Juan de Ortega,
y uno de los grandes erasmistas Alfonso de Valdés uno de los hermanos Valdés y
dos grandes amigos de Carlos V.
La originalidad de la obra radica en que por primera vez el
protagonista es un desventurado de la fortuna, es un personaje de condición muy
humilde, llamado Lázaro natural de Tejares en Salamanca, cerca del río Tormes y
que cuenta en primera persona su vida miserable desde que nació en el río
Tormes y se casara muy poco honrosamente en Toledo.
Lázaro dice que nace en el río Tormes , porque sus padres
tenían un molino, entonces pasaba una parte del río por debajo de la casa
molino, y con la fuerza del agua se usaba para mover la maquinaria para moler
el grano, y por esa razón como nació en casa, nació en el río Tormes, pero
cuando se lee la parte a la que hace referencia a su origen, dice que a pesar
de haber nacido en un río como Amadís de Gaúla, sin embargo su destino va a ser muy diferente.
Por primera vez el protagonista es de condición muy humilde
y va a forjarse su vida a fuerza de golpes, el lazarillo es una escuela de
aprendizaje, pues cada uno de los amos con los que está y sirve al ser un mozo
de muchos amos y de todos ellos va a ir aprendiendo algo.
Del ciego aprende a ser astuto, del clérigo aprende que la
avaricia es mala, pero de vez en cuando hay que guardar para cuando no hay para
usarlo después, del hidalgo aprende que la honra también es importante,
entonces refleja de un modo realista lo que le ocurre al protagonista, al
margen de las idealizaciones de las novelas de caballería, moriscas, bizantinas
o pastoriles, le faltan las fuerzas de estos héroes que por lo general en las
novelas de caballerías o moriscas los protagonistas realizaban hazañas de las
que siempre salían airosos.
Lázaro de Tormes nunca sale airoso porque incluso cuando
consigue quitarle el vino al ciego el premio no será disfrutar del vino, sino
que recibirá un castigo donde pierde todos los dientes.
A Lázaro de ocurre todo lo contrario, y choca con una
áspera realidad, privaciones, hambre, egoísmos, burlas, explotación, llevándolo
al desenlace final, hasta llegar a afectar a su honra por habladurías de
infidelidad.
Lázaro al venir de padres sin honra, no trata de ponderar
las cualidades de sus progenitores, sino que cuenta como es la realidad, incluso
cuando su madre se hace pareja de un negro, con el que tiene un hijo, Lázaro
dice que no le caía muy bien, pero como cuando ese hombre iba a su casa traía comida,
y comían un poco mejor, lo dejaba, y su hermano viendo, lo negro que era ese nombre, decía mamá
coco, coco, sin saber que era ese coco era su padre.
En la obra hay momentos de humor y de sátira, pero también
la obra rezuma pesimismo y una cruel amargura, y sobre todo destaca que es una
obra muy dura, aunque la obra parece desenfadada, en donde el pícaro hace
ciertas sisas, pequeños hurtos, sin embargo se aprecia una amargura profunda que contrasta con la cara opuesta a ese
momento de esplendor y de plenitud que vive el imperio que parece que es
incuestionable y que es todo poderoso, pero en ese momento en que le imperio
derrocha en guerras y en batallas sin límite hay muchas personas Lázaro de
Tormes.
Lázaro no es un pícaro, sino un desdichado porque sus raterías
son de poca monta en relación con los pícaros posteriores como el Guzmán de Alfarache
o el Buscón, donde hay rasgos de maldad que todavía en Lázaro o hay.
Las actividades de Lázaro era mendigar, robar pequeñas raterías,
porque robaba para comer, e incluso compartía con su amo el hidalgo.
En alguna novela de realismo en concreto Lizeth y Cordia hay
una cierta influencia de la novela
picaresca porque uno de los personajes Benigna, Nina, en un momento de la obra
el autor casi la equipara a un personaje picaresco, porque es capaz de pedir y
mendigar y pasar privaciones para que su señora Paca, que es una viuda arruinada
y venida a menos, donde se ve la influencia del hidalgo del Lazarillo, pero que
todavía en Galdós se le va a dar una categoría mayor porque en la obra de
Galdós doña Paca enferma y su nuera le dice que es un castigo divino y solo se
lo podrá curar Nina, y cuando va ver a Nina le dice que ella no pude curarlo
que se han portado muy mal con ella, pero si crees eso, vete y no peques más. Y
vete y no peques más son las palabras que dice Jesús en el Evangelio. La crítica
señala que en la obra de Galdós, El personaje de Nina correspondería al
personaje de pícara bondadosa y buena capaz de mendigar para que pueda vivir su
ama.
RASGOS CARACTERÍSTICOS DEL LAZARILLO.
El protagonista habla de su propia vida, pero no es la vida
del autor, es una técnica narrativa, un carácter autobiográfico es una manera
de narrar, se pone en primera persona, pero podría ser en tercera.
“Tratado Primero: Cuenta Lázaro su vida, y cúyo hijo fue.
Pues sepa V.M. ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de
Tormes, hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de
Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tome el
sobrenombre, y fue desta manera. Mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de
proveer una molienda de una aceña, que esta ribera de aquel río, en la cual fue
molinero mas de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada
de mí, tomóle el parto y parióme allí: de manera que con verdad puedo decir
nacido en el río.
Pues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre
ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por
lo que fue preso, y confesó y no negó y padeció persecución por justicia.
Espero en Dios que está en la Gloria, pues el Evangelio los llama
bienaventurados. En este tiempo se hizo cierta armada contra moros, entre los
cuales fue mi padre, que a la sazón estaba desterrado por el desastre ya dicho,
con cargo de acemilero de un caballero que allá fue, y con su señor, como leal
criado, feneció su vida. Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se
viese, determinó arrimarse a los buenos por ser uno dellos, y vínose a vivir a
la ciudad, y alquiló una casilla, y metióse a guisar de comer a ciertos
estudiantes, y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del Comendador de la
Magdalena, de manera que fue frecuentando las caballerizas. Ella y un hombre
moreno de aquellos que las bestias curaban, vinieron en Conocimiento. Éste algunas veces se venía a
nuestra casa, y se iba a la mañana; otras veces de día llegaba a la puerta, en
achaque de comprar huevos, y entrábase en casa. Yo al principio de su entrada,
pesábame con él y habíale miedo, viendo el color y mal gesto que tenía; mas de
que vi que con su venida mejoraba el comer, fuile queriendo bien, porque
siempre traía pan, pedazos de carne, y en el invierno leños, a que nos
calentábamos. De manera que, continuando con la posada y conversación, mi madre
vino a darme un negrito muy bonito, el cual yo brincaba y ayudaba a calentar. Y
acuérdome que, estando el negro de mi padre trebejando con el mozuelo, como el
niño vía a mi madre y a mí blancos, y a él no, huía dél con miedo para mi
madre, y señalando con el dedo decía: “¡Madre, coco!”. Respondió él riendo:
“¡Hideputa!”
Yo, aunque bien mochacho, noté aquella palabra de mi
hermanico, y dije entre mí “¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de
otros porque no se ven a sí mesmos!”
(Cuantos
no se ven a sí mismos.)
Es un ladronzuelo que usa tretas
para robar, aspira a ascender de clase social, aunque no logra salir de su
estado miserable y cuando lo consigue, es a cuenta de su honra, y cuando parece
que va a tener suerte le ocurre otra desventura.
No narra hechos fantásticos sino
de la vida cotidiana, siendo una de las primeras obras realistas, donde un
adolescente va evolucionando y aprendiendo en la escuela de la vida.
Aunque el Lazarillo es un
novela, hace unos quince años Rafael Álvarez “El Brujo” hizo una interpretación
del Lazarillo, haciendo de pregonero.
Para ver el video clicar la imagen:
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EL LAZARILLO
Comienza con un prólogo en el que ha llegado a pregonero de
vinos en un pueblo, y escribe a un caballero:
Suplico a Vuestra Merced reciba el pobre servicio de mano
de quien lo hiciera más rico si su poder y deseo se conformaran. Y pues V.M.
escribe se le escriba y relate el caso por muy extenso, parecióme no tomalle
por el medio, sino por el principio, porque se tenga entera noticia de mi persona,
y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les
debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuanto más hicieron los que,
siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto.“
Quiere decir que los que consiguen llegar procediendo de un
linaje no tiene ningún mérito, sin embargo, los que desde abajo lo consiguen
con su esfuerzo lo tienen.
Tratado Primero: Cuenta Lázaro su vida, y cúyo hijo fue.
Pues sepa V.M. ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de
Tormes, hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de
Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tome el
sobrenombre, y fue desta manera. Mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de
proveer una molienda de una aceña, que esta ribera de aquel río, en la cual fue
molinero mas de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada
de mí, tomóle el parto y parióme allí: de manera que con verdad puedo decir
nacido en el río. Pues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre
ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por
lo que fue preso, y confesó y no negó y padeció persecución por justicia.
Espero en Dios que está en la Gloria, pues el Evangelio los llama bienaventurados.
En este tiempo se hizo cierta armada contra moros, entre los cuales fue mi
padre, que a la sazón estaba desterrado por el desastre ya dicho, con cargo de
acemilero de un caballero que allá fue, y con su señor, como leal criado,
feneció su vida.
Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese,
determinó arrimarse a los buenos por ser uno dellos, y vínose a vivir a la
ciudad, y alquiló una casilla, y metióse a guisar de comer a ciertos
estudiantes, y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del Comendador de la
Magdalena, de manera que fue frecuentando las caballerizas. Ella y un hombre
moreno de aquellos que las bestias curaban, vinieron en conocimiento. Éste
algunas veces se venía a nuestra casa, y se iba a la mañana; otras veces de día
llegaba a la puerta, en achaque de comprar huevos, y entrábase en casa. Yo al
principio de su entrada, pesábame con él y habíale miedo, viendo el color y mal
gesto que tenía; mas de que vi que con su venida mejoraba el comer, fuile
queriendo bien, porque siempre traía pan, pedazos de carne, y en el invierno
leños, a que nos calentábamos. De manera que, continuando con la posada y
conversación, mi madre vino a darme un negrito muy bonito, el cual yo brincaba
y ayudaba a calentar. Y acuérdome que, estando el negro de mi padre trebejando
con el mozuelo, como el niño vía a mi madre y a mí blancos, y a él no, huía dél
con miedo para mi madre, y señalando con el dedo decía: “¡Madre, coco!”.
Respondió él riendo: “¡Hideputa!”
Yo, aunque bien mochacho, noté aquella palabra de mi
hermanico, y dije entre mí “¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de
otros porque no se ven a sí mesmos!”
5
Quiso nuestra fortuna que la conversación del Zaide, que
así se llamaba, llegó a oídos del mayordomo, y hecha pesquisa, halloóe que la
mitad por medio de la cebada, que para las bestias le daban, hurtaba, y
salvados, leña, almohazas, mandiles, y las mantas y sábanas de los caballos
hacií perdidas, y cuando otra cosa no tenía, las bestias desherraba, y con todo
esto acudía a mi madre para criar a mi hermanico. No nos maravillemos de un
clérigo ni fraile, porque el uno hurta de los pobres y el otro de casa para sus
devotas y para ayuda de otro tanto, cuando a un pobre esclavo el amor le
animaba a esto. Y probósele cuanto digo y aun más, porque a mí con amenazas me
preguntaban, y como niño respondía, y descubría cuanto sabía con miedo, hasta
ciertas herraduras que por mandado de mi madre a un herrero vendí. Al triste de
mi padrastro azotaron y pringaron, y a mi madre pusieron pena por justicia,
sobre el acostumbrado centenario, que en casa del sobredicho Comendador no
entrase, ni al lastimado Zaide en la suya acogiese.
Por no echar la soga tras el caldero, la triste se esforzó
y cumplió la sentencia; y por evitar peligro y quitarse de malas lenguas, se
fue a servir a los que al presente vivían en el mesón de la Solana; y allí,
padeciendo mil importunidades, se acabó de criar mi hermanico hasta que supo
andar, y a mí hasta ser buen mozuelo, que iba a los huéspedes por vino y
candelas y por lo demás que me mandaban.
En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual,
pareciéndole que yo sería para adestralle, me pidió a mi madre, y ella me
encomendó a él, diciéndole como era hijo de un buen hombre, el cual por
ensalzar la fe había muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no
saldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba me tratase bien y mirase por
mí, pues era huérfano. Él le respondió que así lo haría, y que me recibía no
por mozo sino por hijo. Y así le comencé a servir y adestrar a mi nuevo y viejo
amo.
Como estuvimos en Salamanca algunos días, pareciéndole a mi
amo que no era la ganancia a su contento, determinó irse de allí; y cuando nos
hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre, y ambos llorando, me dio su bendición
y dijo: “Hijo, ya sé que no te veré más. Procura ser bueno, y Dios te guíe.
Criado te he y con buen amo te he puesto. Válete por tí.”
Y así me fui para mi amo, que esperándome estaba. Salimos
de Salamanca, y llegando a la puente, está a la entrada della un animal de
piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del
animal, y allí puesto, me dijo:
“Lázaro, llega el oído a este toro, y oirás gran ruido
dentro de él.”
Yo simplemente llegue, creyendo ser ansí; y como sintió que
tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y dióme una gran
calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la
cornada, y díjome: “Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber
mas que el diablo”, y rió mucho la burla.”
EN EL PRÓXIMO TEXTO:
Está con el ciego y se queja, que el Lazarillo el día que va con él, le dan menos dinero,
consigue más chicas que grande y blancas, porque el Lazarillo, cuando las veía
se las quedaba.
"
Todo lo que podía sisar y hurtar, traía en medias blancas;
y cuando le mandaban rezar y le daban blancas, como él carecía de vista, no
había el que se la daba amagado con ella, cuando yo la tenía lanzada en la boca
y la media aparejada, que por presto que él echaba la mano, ya iba de mi cambio
aniquilada en la mitad del justo precio. Quejábaseme el mal ciego, porque al
tiento luego conocía y sentía que no era blanca entera, y decía:
“¿Qué diablo es esto, que después que conmigo estás no me
dan sino medias blancas, y de antes una blanca y un maravedí hartas veces me
pagaban? En ti debe estar esta desdicha.”
También el abreviaba el rezar y la mitad de la oración no
acababa, porque me tenía mandado que en yéndose el que la mandaba rezar, le
tirase por el cabo del capuz. Yo así lo hacia. Luego el tornaba a dar voces,
diciendo: “¿Mandan rezar tal y tal oración?”, como suelen decir.”
En el primer tratado el Lazarillo aprende a ser astuto, y
dice que el mozo de ciego tiene que ser un punto más astuto que el propio
ciego, para poder sobrevivir. Entonces el se da cuenta de que el ciego al no
ver le quita todas las blancas que eran de mayor cuantía que las medias.”
EPISODIO
DEL VINO
Lo presentan como muy realista, pero es totalmente
fantástico, porque para que le Lazarillo pueda beber el vino, tiene que
quemarse, porque hay una lumbre en medio para calentarse, y el ciego tiene las
piernas abiertas a los lados del fuego, el Lazarillo ha tratado de beber el
vino con una paja, pero siempre el ciego le pilla, y decide coger el jarro con
la mano y tapando con la mano loa boca, para que el Lazarillo no puede meter la
pajita, entonces el chico decide hacer un agujerito en la base y taparlo con un
poco de cera, de manera que cuando se derrita el vino cae. Entonces le decía al ciego que tenía mucho
frío y que se tenía que acercar , pero para beber tenía que poner la cabeza
encina del fuego, no es realista, eso es imposible.
Lo cuenta de tal modo que siendo un elemento fantástico
parece real. Y es un episodio muy conocido pro hacer un elogio al vino.
“
Usaba poner cabe si un jarrillo de vino cuando comíamos, y
yo muy de presto le asía y daba un par de besos callados y tornábale a su
lugar. Mas turóme poco, que en los tragos conocía la falta, y por reservar su
vino a salvo nunca después desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa
asido; mas no había piedra imán que así trajese a sí como yo con una paja larga
de centeno, que para aquel menester tenía hecha, la cual metiéndola en la boca
del jarro, chupando el vino lo dejaba a buenas noches. Mas como fuese el
traidor tan astuto, pienso que me sintió, y dende en adelante mudo propósito, y
asentaba su jarro entre las piernas, y atapabale con la mano, y ansí bebía
seguro. Yo, como estaba hecho al vino, moría por él, y viendo que aquel remedio
de la paja no me aprovechaba ni valía, acordé en el suelo del jarro hacerle una
fuentecilla y agujero sotil, y delicadamente con una muy delgada tortilla de
cera taparlo, y al tiempo de comer, fingiendo haber frío, entrabame entre las
piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre que teníamos, y
al calor della luego derretida la cera, por ser muy poca, comenzaba la
fuentecilla a destillarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía que
maldita la gota se perdía. Cuando el pobreto iba a beber, no hallaba nada: espantábase,
maldecía, daba al diablo el jarro y el vino, no sabiendo que podía ser. “No
diréis, tío, que os lo bebo yo -decía-, pues no le quitáis de la mano.”
Tantas vueltas y tiento dio al jarro, que halló la fuente y
cayó en la burla; mas así lo disimuló como si no lo hubiera sentido, y luego
otro día, teniendo yo rezumando mi jarro como solía, no pensando en el daño que
me estaba aparejado ni que el mal ciego me sentía, sentéme como solía, estando
recibiendo aquellos dulces tragos,
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mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos
por mejor gustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego que agora tenía
tiempo de tomar de mí venganza y con toda su fuerza, alzando con dos manos
aquel dulce y amargo jarro, le dejó caer sobre mi boca, ayudándose, como digo,
con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro, que de nada desto se guardaba,
antes, como otras veces, estaba descuidado y gozoso, erdaderamente me pareció que el cielo, con
todo lo que en él hay, me había caído encima. Fue tal el golpecillo, que me desatinó y sacó de sentido, y el jarrazo tan grande, que los
pedazos dél se me metieron por la cara, rompiéndomela por muchas partes, y me
quebró los dientes, sin los cuales hasta hoy día me quedé.”
El
contraste entre golpecillo y jarrazo
Desde aquella hora quise mal al mal ciego, y aunque me
quería y regalaba y me curaba, bien vi que se había holgado del cruel castigo.
Lavóme con vino las roturas que con los pedazos del jarro me había hecho, y
sonriéndose decía: “¿Qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da
salud”, y otros donaires que a mi gusto no lo eran.
Ya que estuve medio bueno de mi negra trepa y cardenales,
considerando que a pocos golpes tales el cruel ciego ahorraría de mí, quise yo
ahorrar del; mas no lo hice tan presto por hacello más a mi salvo y provecho. Y
aunque yo quisiera asentar mi corazón y perdonalle el jarrazo, no daba lugar el
maltratamiento que el mal ciego dende allí adelante me hacía, que sin causa ni
razón me hería, dándome coxcorrones y repelándome. Y si alguno le decía por que
me trataba tan mal, luego contaba el cuento del jarro, diciendo:
“¿Pensareis que este mi mozo es algún inocente? Pues oíd si
el demonio ensayara otra tal hazaña.”
Santiguándose los que lo oían, decían: “¡Mira, quién
pensara de un muchacho tan pequeño tal ruindad!”, y reían mucho el artificio, y
decíanle: “Castigaldo, castigaldo, que de Dios lo habréis.”
Y él con aquello nunca otra cosa hacía. Y en esto yo
siempre le llevaba por los peores caminos, y adrede, por le hacer mal y daño:
si había piedras, por ellas, si lodo, por lo más alto; que aunque yo no iba por
lo mas enjuto, holgábame a mí de quebrar un ojo por quebrar dos al que ninguno
tenía. Con esto siempre con el cabo alto del tiento me atentaba el colodrillo,
el cual siempre traía lleno de tolondrones y pelado de sus manos; y aunque yo
juraba no lo hacer con malicia, sino por no hallar mejor camino, no me
aprovechaba ni me creía más: tal era el sentido y el grandísimo entendimiento
del traidor.
Y porque vea V.M. a cuánto se estendía el ingenio deste
astuto ciego, contaré un caso de muchos que con él me acaecieron, en el cual me
parece dio bien a entender su gran astucia. Cuando salimos de Salamanca, su
motivo fue venir a tierra de Toledo, porque decía ser la gente mas rica, aunque
no muy limosnera.
Arrimábase a este refrán: “Más da el duro que el desnudo.”
Y venimos a este camino por los mejores
lugares. Donde hallaba buena acogida y ganancia, deteníamonos; donde no, a
tercero día hacíamos Sant Juan.
Acaeció que llegando a un lugar que llaman Almorox, al
tiempo que cogían lasuvas, un vendimiador le dio un racimo dellas en limosna, y
como suelen ir los cestos maltratados y también porque la uva en aquel tiempo
esta muy madura, desgranábasele el racimo en la mano; para echarlo en el fardel
tornábase mosto, y lo que a él se llegaba. Acordó de hacer un banquete, ansí
por no lo poder llevar como por contentarme, que aquel día me había dado muchos
rodillazos y golpes. Sentamonos en un valladar y dijo:
“Agora quiero yo usar contigo de una liberalidad, y es que
ambos comamos este racimo de uvas, y que hayas dél tanta parte como yo.
Partillo hemos desta manera: tú picarás una vez y yo otra;
con tal que me prometas no tomar cada vez más de una uva, yo haré lo mesmo
hasta que lo acabemos, y desta suerte no habrá engaño.”
Hecho ansí el concierto, comenzamos; mas luego al segundo
lance; el traidor mudó de propósito y comenzó a tomar de dos en dos,
considerando que yo debría hacer lo mismo. Como vi que el quebraba la postura,
no me contente ir a la par con él, mas aun pasaba adelante: dos a dos, y tres a
tres, y como podía las comía.
Acabado el racimo, estuvo un poco con el escobajo en la
mano y meneando la cabeza dijo:
“Lázaro, engañado me has: juraré yo a Dios que has tu
comido las uvas tres a tres.”
“No comí -dije yo- mas ¿por que sospecháis eso?”
Respondió el sagacísimo ciego:
“¿Sabes en que veo que las comiste tres a tres? En que
comía yo dos a dos y callabas.”{, a lo cual yo no respondí. Yendo que íbamos
ansí por debajo de unos soportales en Escalona, adonde a la sazón estábamos en
casa de un zapatero, había muchas sogas y otras cosas que de esparto se hacen,
y parte dellas dieron a mi amo en la cabeza; el cual, alzando la mano, toco en
ellas, y viendo lo que era díjome:
“Anda presto, mochacho; salgamos de entre tan mal manjar,
que ahoga sin comerlo.”
Yo, que bien descuidado iba de aquello, mire lo que era, y
como no vi sino sogas y cinchas, que no era cosa de comer, dijele:
“Tío, ¿por qué decís eso?”
Respondióme:
“Calla, sobrino; según las mañas que llevas, lo sabrás y
verás como digo verdad.” Y ansí pasamos adelante por el mismo portal y llegamos
a un mesón, a la puerta del cual había muchos cuernos en la pared, donde ataban
los recueros sus bestias. Y como iba tentando si era allí el mesón, adonde él
rezaba cada día por la
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mesonera la oración de la emparedada, asió de un cuerno, y
con un gran sospiro dijo:
“¡Oh, mala cosa, peor que tienes la hechura! ¡De cuántos
eres deseado poner tu nombre sobre cabeza ajena y de cuán pocos tenerte ni aun
oír tu nombre, por ninguna vía!”
Como le oí lo que decía, dije:“Tío, ¿qué es eso que decís?”
“Calla, sobrino, que algún día te dará éste, que en la mano
tengo, alguna mala comida y cena.”
“No le comeré yo -dije- y no me la dará.”
“Yo te digo verdad; si no, verlo has, si vives.”
Y ansí pasamos adelante hasta la puerta del mesón, adonde
pluguiere a Dios nunca allá llegáramos, según lo que me sucedía en él.
Era todo lo más que rezaba por mesoneras y por bodegoneras
y turroneras y rameras y ansí por semejantes mujercillas, que por hombre casi
nunca le vi decir oración.}
Reíme entre mí, y aunque mochacho noté mucho la discreta
consideración del ciego. Mas por no ser prolijo dejo de contar muchas cosas,
así graciosas como de notar, que con este mi primer amo me acaecieron, y quiero
decir el despidiente y con él acabar.
Estábamos en Escalona, villa del duque della, en un mesón,
y dióme un pedazo de longaniza que la asase. Ya que la longaniza había pringado
y comídose las pringadas, sacó un maravedí de la bolsa y mandó que fuese por el
de vino a la taberna. Púsome el demonio el aparejo delante los ojos, el cual,
como suelen decir, hace al ladrón, y fue que había cabe el fuego un nabo
pequeño, larguillo y ruinoso, y tal que, por no ser para la olla, debió ser
echado allí. Y como al presente nadie estuviese sino él y yo solos, como me vi
con apetito goloso, habiéndome puesto dentro el sabroso olor de la longaniza,
del cual solamente sabía que había de gozar, no mirando que me podría suceder,
pospuesto todo el temor por cumplir con el deseo, en tanto que el ciego sacaba
de la bolsa el dinero, saque la longaniza y muy presto metí el sobredicho nabo
en el asador, el cual mi amo, dándome el dinero para el vino, tomó y comenzó a
dar vueltas al fuego, queriendo asar al que de ser cocido por sus deméritos
había escapado.
Yo fui por el vino, con el cual no tardé en despachar la
longaniza, y cuando vine halle al pecador del ciego que tenía entre dos
rebanadas apretado el nabo, al cual aun no había conocido por no lo haber
tentado con la mano. Como tomase las rebanadas y mordiese en ellas pensando
también llevar parte de la longaniza, hallose en frío con el frío nabo.
Alterose y dijo:
“¿Que es esto, Lazarillo?”
“¡Lacerado de mi! -dije yo-. ¿Si queréis a mi echar algo?
¿Yo no vengo de traer el vino? Alguno estaba ahí, y por burlar haría esto.”
“No, no -dijo él-,que yo no he dejado el asador de la mano;
no es posible “
Yo torné a jurar y perjurar que estaba libre de aquel
trueco y cambio; mas poco me aprovechó, pues a las astucias del maldito ciego
nada se le escondía. Levantóse y asióme
por la cabeza, y llegóse a olerme; y como debió sentir el huelgo, a uso de buen
podenco, por mejor satisfacerse de la verdad, y con la gran agonía que llevaba,
asiéndome con las manos, abríame la boca más de su derecho y desatentadamente
metía la nariz, la cual el tenía luenga y afilada, y a aquella sazón con el
enojo se habían augmentado un palmo, con el pico de la cual me llegó a la
gulilla. Y con esto y con el gran miedo que tenía, y con la brevedad del tiempo,
la negra longaniza aún no había hecho asiento en el estomago, y lo más principal,
con el destiento de la cumplidísima nariz, medio cuasi ahogándome, todas estas
cosas se juntaron y fueron causa que el hecho y golosina se manifestase y lo
suyo fuese devuelto a su dueño: de manera que antes que el mal ciego sacase de
mi boca su trompa, tal alteración sintió mi estomago que le dio con el hurto en
ella, de suerte que su nariz y la negra malmaxcada longaniza a un tiempo
salieron de mi boca.
¡Oh, gran Dios, quien estuviera aquella hora sepultado, que
muerto ya lo estaba!
Fue tal el coraje del perverso ciego que, si al ruido no
acudieran, pienso no me dejara con la vida. Sacáronme de entre sus manos,
dejándoselas llenas de aquellos pocos cabellos que tenía, arañada la cara y
rascuñazo el pescuezo y la garganta; y esto bien lo merecía, pues por su maldad
me venían tantas persecuciones.
Contaba el mal ciego a todos cuantos allí se allegaban mis
desastres, y dábales cuenta una y otra vez, así de la del jarro como de la del
racimo, y agora de lo presente. Era la risa de todos tan grande que toda la
gente que por la calle pasaba entraba a
ver la fiesta; mas con tanta gracia y donaire recontaba el ciego mis hazañas
que, aunque yo estaba tan maltratado y llorando, me parecía que hacía sin justicia
en no se las reír.
Y en cuanto esto pasaba, a la memoria me vino una cobardía
y flojedad que hice, por que me maldecía, y fue no dejalle sin narices, pues
tan buen tiempo tuve para ello que la meitad del camino estaba andado; que con
solo apretar los dientes se me quedaran en casa, y con ser de aquel malvado,
por ventura lo retuviera mejor mi estomago que retuvo la longaniza, y no
pareciendo ellas pudiera negar la demanda. Pluguiera a Dios que lo hubiera
hecho, que eso fuera así que así.
Hicieronnos amigos la mesonera y los que allí estaban, y
con el vino que para beber le había traído, laváronme la cara y la garganta,
sobre lo cual discantaba el mal ciego donaires, diciendo:
“Por verdad, más vino me gasta este mozo en lavatorios al
cabo del año que yo bebo en dos. A lo menos, Lázaro, eres en más cargo al vino
que a tu padre, porque él una vez te engendró, mas el vino mil te ha dado la
vida.”
Y luego contaba cuántas veces me había descalabrado y
harpado la cara, y con vino luego sanaba.
“Yo te digo -dijo- que si un hombre en el mundo ha de ser
bienaventurado con vino, que serás tu.”
Y reían mucho los que me lavaban con esto, aunque yo
renegaba. Mas el pronostico del ciego no salió mentiroso, y después acá muchas
veces me acuerdo
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de aquel hombre, que sin duda debía tener spiritu de
profecía, y me pesa de los sinsabores que le hice, aunque bien se lo pagué,
considerando lo que aquel día me dijo salirme tan verdadero como adelante V.M.
oirá.
Visto esto y las malas burlas que el ciego burlaba de mí,
determiné de todo en todo dejalle, y como lo traía pensado y lo tenía en
voluntad, con este postrer juego que me hizo afirmelo más. Y fue ansí, que
luego otro día salimos por la villa a pedir limosna, y había llovido mucho la
noche antes; y porque el día también llovía, y andaba rezando debajo de unos
portales que en aquel pueblo había, donde no nos mojamos; mas como la noche se
venía y el llover no cesaba, díjome el ciego:
“Lázaro, esta agua es muy porfiada, y cuanto la noche más
cierra, más recia.
Acojámonos a la posada con tiempo.”
Para ir allá, habíamos de pasar un arroyo que con la mucha
agua iba grande. Yo le dije:
“Tío, el arroyo va muy ancho; mas si queréis, yo veo por
donde travesemos más aína sin nos mojar, porque se estrecha allí mucho, y
saltando pasaremos a pie enjuto.”
Parecióle buen consejo y dijo:
“Discreto eres; por esto te quiero bien. Llévame a ese
lugar donde el arroyo se ensangosta, que agora es invierno y sabe mal el agua,
y más llevar los pies mojados.”
Yo, que vi el aparejo a mi deseo, saquéle debajo de los
portales, y llevélo derecho de un pilar o poste de piedra que en la plaza
estaba, sobre la cual y sobre otros cargaban saledizos de aquellas casas, y
digole:
“Tío, este es el paso mas angosto que en el arroyo hay.”
Como llovía recio, y el triste se mojaba, y con la priesa
que llevábamos de salir del agua que encima de nos caía, y lo más principal,
porque Dios le cegó aquella hora el entendimiento (fue por darme dél venganza),
creyóse de mi y dijo:
“Ponme bien derecho, y salta tú el arroyo.”
Yo le puse bien derecho enfrente del pilar, y doy un salto
y pongome detrás del poste como quien espera tope de toro, y díjele:
“!Sus! Salta todo lo que podáis, porque deis deste cabo del
agua.”
Aun apenas lo había acabado de decir cuando se abalanza el
pobre ciego como cabrón, y de toda su fuerza arremete, tomando un paso atrás de
la corrida para hacer mayor salto, y da con la cabeza en el poste, que sonó tan
recio como si diera con una gran calabaza, y cayó luego para atrás, medio
muerto y hendida la cabeza.
“¿Cómo, y olistes la longaniza y no el poste? !Ole! !Ole!
-le dije yo.
Y dejéle en poder de mucha gente que lo había ido a
socorrer, y tomé la puerta de la villa en los pies de un trote, y antes que la
noche viniese di conmigo en Torrijos.
No supe más lo que Dios dél hizo, ni curé de lo saber.”
Este es el primer tratado en el que Lázaro aprende a ser
muy astuto, y decide ir con un clérigo avaricioso que le mata de hambre, y lo
dejará. Del bulero se da cuenta de la corrupción que hay, porque con el tema de
las bulas llega a un pueblo a venderlas y no vende ninguna y un ayudante hace
de gancho y dic que no compren las bulas que es una tontería que para que van a
gastar dinero, y al ver que no las compran, hecha pestes contra el bulero y
cuando llega la hora de la misa, está el bulero que no ha vendido bulas, el
ayudante y el Lazarillo, y en pleno sermón el ayudante finge un ataque de
epilepsia y el vilero arremete contra el diciendo que no se puede ir en contra de Dios y de esa
forma consigue que todos los aldeanos compren bulas, y vende todo.
En este episodio el autor hace una crítica muy dura a
sectores de la Iglesia corrompida, buscando dinero.
EL TERCER TRATADO
Aquí el Lazarillo se asienta con un escudero y como lo ve
bien vestido, porque lleva puños, pero es lo único que lleva, y piensa que será un buen sitio para ser criado.
Del Hidalgo aprende que hay que tener honra.
Este tratado es interesante pues es para aquellos que creen
que por proceder de familias nobles es suficiente y consideran una deshonra
trabajar , por lo que mendigar es peor aun.
Con el hidalgo el Lazarillo ve que es más pobre que el
resto de los amos, porque a los otros no les importaba pedir o lo que fuere
para sobrevivir, pero el hidalgo es capaz de morir de hambre, por no ensuciar
sus manos, y no trabajar.
El autor hace una crítica muy dura hacia esa clase parasita
de la nobleza.
“
Tratado Tercero: Cómo Lázaro se asentó con un escudero, y
de lo que le
acaeció con él.
Desta manera me fue forzado sacar fuerzas de flaqueza y,
poco a poco, con ayuda de las buenas gentes di comigo en esta insigne ciudad de
Toledo, adonde con la merced de Dios dende a quince días se me cerró la herida;
y mientras estaba malo, siempre me daban alguna limosna, mas después que estuve
sano, todos me decían:
“Tú, bellaco y gallofero eres. Busca, busca un amo a quien
sirvas.”
“¿Y adónde se hallará ese -decía yo entre mí- si Dios agora
de nuevo, como crió el mundo, no le criase?
Andando así discurriendo de puerta en puerta, con harto
poco remedio, porque ya la caridad se subió al cielo, topóme Dios con un
escudero que iba por la calle con razonable vestido, bien peinado, su paso y
compás en orden. Miróme, y yo a él, y díjome:
“Mochacho, ¿buscas amo?”
Yo le dije: “Sí, señor.”
“Pues vente tras mí -me respondió- que Dios te ha hecho
merced en topar comigo.
Alguna buena oración rezaste hoy.”
Y seguile, dando gracias a Dios por lo que le oí, y también
que me parecía, según su hábito y continente, ser el que yo había menester.
Era de mañana cuando este mi tercero amo topé, y llevóme
tras sí gran parte de la ciudad. Pasábamos por las plazas do se vendía pan y
otras provisiones. Yo pensaba y aun deseaba que allí me quería cargar de lo que
se vendía, porque esta era propria hora cuando se suele proveer de lo
necesario; mas muy a tendido paso pasaba por estas cosas. “Por ventura no lo
vee aquí a su contento -decía yo- y querrá que lo compremos en otro cabo.”
Desta manera anduvimos hasta que dio las once. Entonces se
entró en la iglesia mayor, y yo tras él, y muy devotamente le vi oír misa y los
otros oficios divinos, hasta que todo fue acabado y la gente ida. Entonces
salimos de la iglesia.
A buen paso tendido comenzamos a ir por una calle abajo. Yo
iba el más alegre del mundo en ver que no nos habíamos ocupado en buscar de
comer. Bien consideré que debía ser hombre, mi nuevo amo, que se proveía en
junto, y que ya la comida estaría a punto tal y como yo la deseaba y aun la
había menester.
En este tiempo dio el reloj la una después de mediodía, y
llegamos a una casa ante la cual mi amo se paró, y yo con él; y derribando el
cabo de la capa sobre el lado izquierdo, saco una llave de la manga y abrió su
puerta y entramos en casa; la cual tenía la entrada obscura y lóbrega de tal
manera que parece que ponía
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temor a los que en ella entraban, aunque dentro della
estaba un patio pequeño y razonables cámaras.
Desque fuimos entrados, quita de sobre sí su capa y, preguntando
si tenía las manos limpias, la sacudimos y doblamos, y muy limpiamente
soplando un poyo que allí estaba, la puso en él. Y hecho esto, sentóse cabo
della, preguntándome muy por extenso de dónde era y cómo había venido a aquella
ciudad; y yo le di más larga cuenta que quisiera, porque me parecía más
conveniente hora de mandar poner la mesa y escudillar la olla que de lo que me
pedía. Con todo eso, yo le satisfice de mi persona lo mejor que mentir supe,
diciendo mis bienes y callando lo demás, porque me parecía no ser para en
cámara.
Esta
muerto de hambre y aun pregunta si esta hecho con manos limpias, no tiene
desperdicio el comentario.
Esto hecho, estuvo ansí un poco, y yo luego vi mala señal,
por ser ya casi las dos y no le ver mas aliento de comer que a un muerto.
Después desto, consideraba aquel tener cerrada la puerta con llave ni sentir
arriba ni abajo pasos de viva persona por la casa. Todo lo que yo había visto
eran paredes, sin ver en ella silleta, ni tajo, ni banco, ni mesa, ni aun tal
arcaz como el de marras: finalmente, ella parecía casa encantada. Estando así,
díjome:“Tú, mozo, ¿has comido?”
“No, señor -dije yo-, que aun no eran dadas las ocho cuando
con vuestra merced encontré.”
“Pues, aunque de mañana, yo había almorzado, y cuando ansí
como algo, hágote saber que hasta la noche me estoy ansí. Por eso, pásate como
pudieres, que después cenaremos.
Vuestra merced crea, cuando esto le oí, que estuve en poco
de caer de mi estado, no tanto de hambre como por conocer de todo en todo la
fortuna serme adversa.
Allí se me representaron de nuevo mis fatigas, y torné a
llorar mis trabajos; allí se me vino a la memoria la consideración que hacía
cuando me pensaba ir del clérigo, diciendo que aunque aquél era desventurado y
mísero, por ventura toparía con otro peor: finalmente, allí llore mi trabajosa
vida pasada y mi cercana muerte venidera. Y con todo, disimulando lo mejor que
pude:
“Señor, mozo soy que no me fatigo mucho por comer, bendito
Dios. Deso me podré yo alabar entre todos mis iguales por de mejor garganta, y
ansí fui yo loado della fasta hoy día de los amos que yo he tenido.”
“Virtud es esa -dijo él- y por eso te querré yo más, porque
el hartar es de los puercos y el comer regladamente es de los hombres de bien.”
“¡Bien te he entendido! -dije yo entre mí- ¡maldita tanta
medicina y bondad como aquestos mis amos que yo hallo hallan en la hambre!”
Púseme a un cabo del portal y saque unos pedazos de pan del
seno, que me habían quedado de los de por Dios. Él, que vio esto, díjome:
“Ven acá, mozo. ¿Qué comes?”
Yo lleguéme a él y mostréle el pan. Tomóme él un pedazo, de
tres que eran el mejor y más grande, y díjome:
“Por mi vida, que parece este buen pan.”
“¡Y cómo! ¿Agora -dije yo-, señor, es bueno?”
“Sí, a fe -dijo él-. ¿Adonde lo hubiste? ¿Si es amasado de
manos limpias?”
23
“No sé yo eso -le dije-; mas a mí no me pone asco el sabor
dello.”
“Así plega a Dios” -dijo el pobre de mi amo.
Y llevándolo a la boca, comenzó a dar en él tan fieros
bocados como yo en lo otro.
“Sabrosísimo pan está -dijo-, por Dios.”
Y como le sentí de que pié coxqueaba, dime priesa, porque
le vi en disposición, si acababa antes que yo, se comediría a ayudarme a lo que
me quedase; y con esto acabamos casi a una. Y mi amo comenzó a sacudir con las
manos unas pocas de migajas, y bien menudas, que en los pechos se le habían
quedado, y entró en una camareta que allí estaba, y sacó un jarro desbocado y
no muy nuevo, y desque hubo bebido convidóme con él. Yo, por hacer del
continente, dije:
“Señor, no bebo vino.”
“Agua es, -me respondió-. Bien puedes beber.”
Entonces tomé el jarro y bebí, no mucho, porque de sed no
era mi congoja. Ansí estuvimos hasta la noche, hablando en cosas que me
preguntaba, a las cuales yo le respondí lo mejor que supe. En este tiempo
metióme en la cámara donde estaba el jarro de que bebimos, y díjome: “Mozo,
párate allí y veras, como hacemos esta cama, para que la sepas hacer de aquí
adelante.”
Púseme de un cabo y él del otro y hecimos la negra cama, en
la cual no había mucho que hacer, porque ella tenía sobre unos bancos un
cañizo, sobre el cual estaba tendida la ropa que, por no estar muy continuada a
lavarse, no parecía colchón, aunque servía del, con harta menos lana que era
menester. Aquel tendimos, haciendo cuenta de ablandalle, lo cual era imposible,
porque de lo duro mal se puede hacer blando. El diablo del enjalma maldita la
cosa tenía dentro de sí, que puesto sobre el cañizo todas las cañas se
señalaban y parecían a lo proprio entrecuesto de flaquísimo puerco; y sobre
aquel hambriento colchón un alfamar del mesmo jaez, del cual el color yo no
pude alcanzar. Hecha la cama y la noche venida, díjome:
“Lázaro, ya es tarde, y de aquí a la plaza hay gran trecho.
También en esta ciudad andan muchos ladrones que siendo de noche capean.
Pasemos como podamos y mañana, venido el día, Dios hará merced; porque yo, por
estar solo, no estoy proveído, antes he comido estos días por allá fuera, mas
agora hacerlo hemos de otra manera.”
“Señor, de mí -dije yo- ninguna pena tenga vuestra merced,
que se pasar una noche y aun más, si es menester, sin comer.”
“Vivirás más y más sano -me respondió-, porque como
decíamos hoy, no hay tal cosa en el mundo para vivir mucho que comer poco.”
“Si por esa vía es -dije entre mí-, nunca yo moriré, que
siempre he guardado esa regla por fuerza, y aun espero en mi desdicha tenella
toda mi vida.”
Y acostóse en la cama, poniendo por cabecera las calzas y
el jubón, y mandome echar a sus pies, lo cual yo hice; mas ¡maldito el sueño
que yo dormí! Porque las canas y mis salidos huesos en toda la noche dejaron de
rifar y encenderse, que con mis trabajos, males y hambre, pienso que en mi
cuerpo no había libra de
24
carne; y también, como aquel día no había comido casi nada,
rabiaba de hambre, la cual con el sueño no tenía amistad. Maldíjeme mil veces
-¡Dios me lo perdone!-
y a mi ruin fortuna, allí lo más de la noche, y (lo peor)
no osándome revolver por no despertalle, pedí a Dios muchas veces la muerte.
COMO VE CON ESTE AMO va a seguir pasando hambre, decide ir
a buscar comida.
“
Desque vi ser las dos y no venía y la hambre me aquejaba,
cierro mi puerta y pongo la llave do mandó, y tornóme a mi menester. Con baja y
enferma voz e inclinadas mis manos en los senos, puesto Dios ante mis ojos y la
lengua en su nombre, comienzo a pedir pan por las puertas y casas mas grandes
que me parecía. Mas como yo este oficio le hobiese mamado en la leche, quiero
decir que con el gran maestro el ciego lo aprendí, tan suficiente discípulo
salí que, aunque en este pueblo no había caridad ni el año fuese muy abundante,
tan buena maña me di que, antes que el reloj diese las cuatro, ya yo tenía
otras tantas libras de pan ensiladas en el cuerpo y más de otras dos en las
mangas y senos. Volvime a la posada y al pasar por la tripería pedí a una de
aquellas mujeres, y diome un pedazo de una de vaca con otras pocas de tripas
cocidas.
Cuando llegue a casa, ya el bueno de mi amo estaba en ella,
doblada su capa y puesta en el poyo, y él paseándose por el patio. Como entro,
vínose para mí.
Pensé que me quería reñir la tardanza, mas mejor lo hizo
Dios. Preguntóme do venía. Yo le dije:
“Señor, hasta que dio las dos estuve aquí, y de que vi que
V.M. no venía, fuime por esa ciudad a encomendarme a las buenas gentes, y hanme
dado esto que veis.”
Mostréle el pan y las tripas que en un cabo de la halda
traía, a lo cual el mostró buen semblante y dijo:
“Pues esperado te he a comer, y de que vi que no veniste,
comí. Mas tu haces como hombre de bien en eso, que mas vale pedillo por Dios
que no hurtallo, y ansí Él me ayude como ello me parece bien. Y solamente te
encomiendo no sepan que vives comigo, por lo que toca a mi honra, aunque bien
creo que será secreto, según lo poco que en este pueblo soy conocido. ¡Nunca a
él yo hubiera de venir!”
“De eso pierda, señor, cuidado -le dije yo-, que maldito
aquel que ninguno tiene de pedirme esa cuenta ni yo de dalla.”
26
“Agora pues, come, pecador. Que, si a Dios place, presto
nos veremos sin
necesidad; aunque te digo que después que en esta casa
entre, nunca bien me ha ido. Debe ser de mal suelo, que hay casas desdichadas y
de mal pie, que a los que viven en ellas pegan la desdicha. Esta debe de ser
sin dubda de ellas; mas yo te prometo, acabado el mes, no quede en ella aunque
me la den por mía.”
Sentéme al cabo del poyo y, porque no me tuviese por
glotón, calle la merienda; y comienzo a cenar y morder en mis tripas y pan, y
disimuladamente miraba al desventurado señor mío, que no partía sus ojos de mis
faldas, que aquella sazón servían de plato. Tanta lástima haya Dios de mí como
yo había del, porque sentí lo que sentía, y muchas veces había por ello pasado
y pasaba cada día. Pensaba si sería bien comedirme a convidalle; mas por me
haber dicho que había comido, temía me no aceptaría el convite. Finalmente, yo
deseaba aquel pecador yudase a su trabajo del mío, y se desayunase como el día
antes hizo, pues había mejor aparejo, por ser mejor la vianda y menos mi
hambre.
Quiso Dios cumplir mi deseo, y aun pienso que el suyo,
porque, como comencé a comer y él se andaba paseando llegóse a mi y díjome:
El
Hidalgo Reconoce que no come por la maldición que tiene.
“Dígote, Lázaro, que tienes en comer la mejor gracia que en
mi vida vi a hombre, y que nadie te lo verá hacer que no le pongas gana aunque
no la tenga.”
“La muy buena que tú tienes -dije yo entre mí- te hace
parecer la mía hermosa.”
Con todo, parecióme ayudarle, pues se ayudaba y me abría
camino para ello, y dijele:
“Señor, el buen aparejo hace buen artífice. Este pan está
sabrosísimo y esta uña de vaca tan bien cocida y sazonada, que no habrá a quien
no convide con su sabor.”
Lázaro
le ofrece comida con mucha delicadeza, para que no se sienta ofendido.
“¿Una de vaca es?”
“Sí, señor.”
“Dígote que es el mejor bocado del mundo, que no hay faisán
que ansí me sepa.”
“Pues pruebe, señor, y verá qué tal está.”
Póngole
en las uñas la otra y tres o cuatro raciones de pan de lo más blanco y asentóseme
al lado, y comienza a comer como aquel que lo había gana, royendo cada
huesecillo de aquellos mejor que un galgo suyo lo hiciera.
“Con almodrote -decía- es este singular manjar.”
“Con mejor salsa lo comes tú”, respondí yo paso.
“Por Dios, que me ha sabido como si hoy no hobiera comido
bocado.”
“¡Ansí me vengan los buenos años como es ello!” -dije yo
entre mí.
Pidióme el jarro del agua y díselo como lo había traído. Es
señal que, pues no le faltaba el agua, que no le había a mi amo sobrado la
comida. Bebimos, y muy contentos nos fuimos a dormir como la noche pasada.
Y por evitar prolijidad, desta manera estuvimos ocho o diez
días, yéndose el pecador en la mañana con aquel contento y paso contado a papar
aire por las calles, teniendo en el pobre Lázaro una cabeza de lobo.
Contemplaba yo muchas veces mi desastre, que escapando de los amos ruines que
había tenido y
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buscando mejoría, viniese a topar con quien no solo no me
mantuviese, mas a quien yo había de mantener.
Con todo, le quería bien, con ver que no tenía ni podía
más, y antes le había lástima que enemistad; y muchas veces, por llevar a la
posada con que el lo pasase, yo lo pasaba mal. Porque una mañana, levantándose
el triste en camisa, subió a lo alto de la casa a hacer sus menesteres, y en
tanto yo, por salir de sospecha, desenvolvile el jubón y las calzas que a la
cabecera dejo, y hallé una bolsilla de terciopelo raso hecho cien dobleces y
sin maldita la blanca ni señal que la hobiese tenido mucho tiempo.
EN ESTE EPISODIO se puede ver como el autor está criticando
al hidalgo porque es más pobre que los demás, porque a los otros amos, no les
importaba pedir, pero este era capaz de padecer, y vivir a costa del Lazarillo.
Del hidalgo aprende, que aunque es más pobre que los otros,
sin embargo, es importante el sentido de la honra, y el que dirán.
No tanto lo que sea, sino lo que realmente se aparenta.
De cada uno de los amos irá aprendiendo, forjando su
personalidad e ir evolucionando, y por eso se habla de la primera novela
moderna, porque el protagonista empieza siendo un niño y acabará siendo un
adulto.
Empieza siendo un infeliz y acabara admitiendo la deshonra
de su mujer si eso le permite vivir un poco mejor, y el caso no es otro que las
habladurías de Toledo y por eso es pregonero.